domingo, 30 de noviembre de 2008

LLEGADA AL OKAVANGO (1ª ENTREGA)

Salimos las dos familias del aeropuerto de Kasane camino del Delta del Okavango, nos montamos en una avioneta desvencijada de seis plazas con el piloto, también llevábamos un copiloto. Después de una hora sobrevolando la sabana divisamos lo que parecía un amplio claro, el piloto nos comunicó que se trataba del aeropuerto, por supuesto no existía edificio alguno, era una especie de carretera polvorienta. Tras dar un par de vueltas para asegurarnos que no había animales por la zona (norma obligatoria según el Gobierno) tomamos tierra, los pilotos empezaron a bajar las maletas y las dejaron en el suelo, después como hacia un calor sofocante nos situamos todos bajo las alas de la avioneta, a la sombra. Nosotros alucinábamos, no sabíamos que hacer les mirábamos como preguntándoles qué pasaba, a qué esperábamos, yo de reojo miraba hacia otros lados por si aparecía algún animal, como pasaba el tiempo y no nos decían nada no nos apartábamos de la avioneta, mas de uno (me consta) estaba rezando para que los pilotos no nos dejara tirados en medio de la nada. Así estuvimos durante un buen rato hasta que de pronto y a lo lejos observamos lo que parecía una nube de polvo que iba aproximándose, unos diez minutos después vimos que se acercaba un jeep con toldo, paró, el conductor se presentó como el Doctor, era pequeño pero muy simpático llevaba un gorro de cuero como los del oeste y portaba una escopeta en el brazo. Nos montamos los seis en el jeep el Doctor subió las maletas y nos comunicó que teníamos un viaje de una hora aproximadamente hasta llegar al Lodge. Nos llevó por caminos de tierra y de agua, en varias ocasiones el coche se caló, pasamos por un puente hecho de troncos sujetos con cuerdas flotando sobre el agua, a la derecha y a la izquierda había manglares llenos de papiros y algún que otro cocodrilo en las orillas. Por fin llegamos a Mapula Lodge. Alguien pregunto que donde estaban las vallas electrificadas de seguridad, a lo que el Doctor respondió con una sonora carcajada. Nos recibieron los empleados y la jefa del Lodge, nos repartieron las cabañas, muy artesanales, sin cristales en las ventanas ni llaves para las puertas, por supuesto no había ni teléfono ni televisión. La vista era extraordinaria, hacia una laguna orientada en el sentido de la puesta del sol, con hipopótamos y muchos arboles en el horizonte, en fin un lugar pintoresco, lejos de todo.

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